La salud física es un requisito previo importante para el crecimiento y desarrollo de los bebés en todos los dominios. Cualquier interrupción en los patrones normales de crecimiento o el desarrollo de habilidades físicas y sensoriales-motoras tiene un profundo efecto en el bienestar general de los niños, así como en el desarrollo de competencias específicas. Los bebés y los niños pequeños dependen de sus cuidadores para promover su desarrollo saludable y ayudarlos a aprender cómo tomar decisiones saludables, tal como seleccionar los alimentos. Los cuidadores deben estar atentos a las señales de hambre y saciedad de los bebés, y responder a estas señales de manera predecible. Prestar atención a tales señales no solamente respalda el desarrollo de una relación de confianza, sino que también apoya el desarrollo emergente de la autorregulación y la nutrición saludable del bebé.
Los cuidadores deben controlar la salud, el desarrollo físico y el funcionamiento del comportamiento de los bebés, a fin de detectar señales de alerta que puedan indicar una posible inquietud de salud o desarrollo. La detección temprana de problemas, tales como problemas de audición y visión o problemas de comunicación, asegurará una intervención oportuna que podría prevenir el desarrollo de condiciones más graves. Las observaciones sobre la salud de un niño deben comunicarse continuamente a los otros adultos que le brindan atención.
La investigación indica que el desarrollo físico de los bebés es impulsado por una combinación de maduración del cuerpo, tanto del cerebro como de las capacidades físicas, y del apoyo del medio ambiente, incluidos los tipos de objetos con los que el niño puede interactuar. Asegurarse de que el entorno respalde las crecientes habilidades físicas de los bebés y niños pequeños, y brinde oportunidades para desarrollar sus habilidades motoras gruesas y finas. Por ejemplo, proporcionar un ambiente estimulante que aliente a los bebés a moverse y explorar afecta la velocidad de desarrollo de sus habilidades motoras. Otros factores ambientales que pueden afectar el desarrollo de las habilidades motoras incluyen la forma en que se sostiene a un bebé; cuánto tiempo pasa en asientos infantiles, columpios y andaderas; la cantidad de tiempo que un bebé pasa boca abajo durante el juego; y los juguetes con los que juega. Los niveles más altos de actividad física a finales de la infancia y la niñez temprana también se han asociado con un peso más saludable y con tasas más bajas de enfermedades crónicas en la edad adulta. Involucrar a los bebés en actividades divertidas que impliquen movimiento, no solamente los ayudará a desarrollar estas habilidades, sino que también los ayudará a desarrollar hábitos saludables, sentando las bases para un estilo de vida más saludable.